(31 de marzo de 1927 – 23 de abril de 1993)
Por Linda Alvarado-Arce
Al celebrar el cumpleaños de César Chávez con esta edición especial de La Prensa, quiero recordarles a todos cómo una persona, por medios pacifistas, movilizó a tantas personas en todo el país y logró tanto en un mundo que era, y sigue siendo, tan indiferente a nuestros hermanos y hermanas morenos. Nuestros hermanos y hermanas morenos que ayudan a sembrar las semillas de los cultivos que comemos. Que recogen las cosechas con sus propias manos, bajo el sol durante largas horas y con muy poca paga. ¿Quién clasifica, empaca o enlata los alimentos que comemos y que encontramos en nuestros supermercados favoritos? Las mismas caras marrones que trabajan en granjas avícolas, porcinas y de carne de res, alimentando, limpiando y cuidando los alimentos que entran en nuestros cuerpos todos los días.
Nuestros trabajadores de servicios esenciales, sin ellos no sé quiénes harían este trabajo. Y, si todos fueran deportados por esta constante amenaza, o si se auto- deportaran ante la horrible idea de ser detenidos, deportados y separados de sus familias, ya que muchos viven en hogares con estatus migratorio mixto, donde algunos familiares tienen documentos, están en proceso de naturalización y otros son indocumentados, ¿cuánto más costaría nuestra comida? ¡El precio de los alimentos y artículos necesarios ya son escandalosamente alto!
Entonces, pregúntese: ¿POR QUÉ PASA ESTO? ¿Por qué le sucede esto a un grupo de personas que han llegado (en su mayoría legalmente) a Estados Unidos para sobrevivir, trabajar y educarse a sí mismos y a sus hijos, y que nos ayudan tanto? Especialmente cuando el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el presidente mexicano Manuel Ávila Camacho firmaron una serie de leyes y acuerdos, iniciados el 4 de agosto de 1942 hasta 1964, que legalizaron la entrada de trabajadores mexicanos a Estados Unidos.
Este acuerdo, conocido como el Acuerdo Bracero, fue resultado de la Segunda Guerra Mundial del Estados Unidos. Según Immigration History (2019), “Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense negoció con el gobierno mexicano el reclutamiento de trabajadores mexicanos, todos hombres y sin sus familias, para trabajar con contratos temporales en granjas y otras industrias bélicas” (p. 1). El Acuerdo Bracero permitió la admisión temporal de aproximadamente un millón de mexicanos en Estados Unidos como trabajadores agrícolas migrantes (Huber, 2010a; Johnson, 1998). Obligó a los empleadores estadounidenses a pagar “los gastos de transporte y manutención de los trabajadores mexicanos, así como salarios equivalentes a los de los trabajadores agrícolas estadounidenses que realizan trabajos similares” (Migration Policy Institute, 2013, p. 3).
Según Carrasco (1998), cuando los Estados Unidos necesitaba los manos de obra mexicanas, recibía con “entusiasmo a los inmigrantes para cubrir la demanda” (p. 77). Estos empleos, según Carrasco (1998), normalmente son “caracterizarse por duras condiciones laborales, una enorme cantidad de trabajo físico y una remuneración mínima. Además de las condiciones laborales abyectas, los inmigrantes también han enfrentado discriminación y resentimiento” (p. 77).
Según la página web de Asuntos Globales de las Naciones Unidas: Migración (2021), “Desde tiempos remotos, la humanidad ha estado en constante movimiento. Algunas personas se desplazan en busca de trabajo u oportunidades económicas, para reunirse con sus familias o para estudiar. Otras se desplazan para escapar de conflictos, persecución, terrorismo o violaciones de derechos humanos. Otras se desplazan en respuesta a los efectos adversos del cambio climático, desastres naturales u otros factores ambientales” (p. 1). La mayoría de nosotros, a menos que seas indígena, somos inmigrantes que llegamos a las Américas huyendo, desplazados o que fueron enviados aquí desde nuestro país de origen; esto NO es un debate.
Según la página web de las Naciones Unidas (s.f.), a través de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), “Se estima que 281 millones de personas, aproximadamente el 3.6 % de la población mundial, viven actualmente fuera de su país de origen, y muchas de ellas migran de forma coercitiva.” La mayoría de los inmigrantes se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a violaciones de sus derechos humanos, civiles y políticos, así como de sus derechos económicos, sociales y culturales, como el derecho a la salud, la vivienda o la educación. Según Malala Yousafzai (2019), en su libro “Estamos desplazados”
“Nadie abandona su hogar a menos que
su hogar sea la boca de un tiburón.
Solo corres hacia la frontera
cuando ves a toda la ciudad
corriendo también.”
-Warsan Shire, “Hogar”
Así que hoy, y en realidad todos los días, recordemos las lecciones de César Chávez. Recordemos cómo llegamos hasta aquí. Apreciemos a los menos afortunados, eduquémonos y busquemos soluciones para una convivencia pacífica, agradeciendo a todos nuestros inmigrantes hoy y siempre.